Teorico



Plagas teóricas contra plagas reales
El concepto de plaga que manejan los expertos para definir la incidencia dañina de la convivencia de los seres humanos con los animales, tanto da si son mamíferos o insectos, hace tiempo que ha dejado de estar en revisión, por lo menos desde el punto de vista biológico.
Y es así, porque para los biólogos, para los etólogos, que estudian el comportamiento de los animales ya no hay discusión. No hay discusión en los planos teóricos y académicos, pero las cosas siguen estando donde estaban. El ciudadano de a pie continúa percibiendo la masiva agresión de la presencia exagerada y nociva de animales en su entorno como algo que hay que erradicar o, en cualquier caso, mantener dentro de unos niveles tolerables.
Hasta hace menos de treinta años, se consideraba que una plaga de insectos, por ejemplo, lo era por el efecto nocivo que producía un crecimiento anormal de las poblaciones de animales o por la presencia focalizada en determinadas zonas. Una plaga de animales se entendía como el resultado de los efectos perjudiciales que desencadenaba en el entorno habitable o productivo del hombre.
Sin embargo, hoy la tendencia en ese plano teórico es distinta. El concepto de plaga, desde el punto de vista puramente biológico, no se asocia en la actualidad a ningún argumento positivo o negativo, se dice incluso que no hay plagas buenas o plagas malas. Ésa es la idea. Para los especialistas, todo depende del entorno en el que se sitúe esa presencia animal anormal o no. El contexto biológico y medioambiental.
Para apoyar estos argumentos biológicos es común hacer referencia a algunos ejemplos comunes que el ciudadano puede comprender fácilmente. Y, entre ellos, el caso del conejo común, el de nuestros campos, es un paradigma de este argumento. En Europa, se considera al conejo como una especie valiosa, está situada en un nicho ecológico y está entre los animales depredados por carnívoros como el lobo o algunas aves de gran porte.
Sin embargo, de ese mismo conejo, del mismo animal, se dice que se transforma en una plaga en Australia, donde no tiene enemigos que contrarresten los crecimientos exponenciales de sus poblaciones en un contexto natural diferente. En Australia, los conejos, visto así, serían una plaga.
Resulta díficil sostener estos argumentos en la realidad de cada día, en la realidad de hogares, edificios y cultivos afectados por la invasión de ratas, de ratones, de pulgas, de hormigas, de cucarachas o de pulgones. Para quienes sufren la presencia y hasta la agresión continuada de estos animales no tiene sentido las disquisiciones sobre desequilibrio natural o de plaga buena o plaga mala o de plaga aparente.
Los animales están ahí y su impacto real sobre la economía y la convivencia de las personas no varía por el simple hecho de que se catalogue a las plagas de una forma o de otra. No tiene mucho sentido práctico.
Lo que si presenta una perspectiva racional frente a este tipo de invasiones indeseadas, es la gestión profesional que pueden desarrollar los especialistas en la erradicación de plagas desde el punto de vista preventivo. El argumento, en este caso, es adelantarse al problema no creando las condiciones que hacen explotar las poblaciones de insectos, por ejemplo, la derivación de la instalación de colonias en lugares habitados o inapropiados o el acceso a fuentes de alimentación fáciles de animales que acabarán por desarrollar comunidades potencialmente dañinas en el futuro.
Se trata, pues, de contemplar los trabajos y servicios de las empresas de desinsectación o de eliminación de plagas como entidades asesoras para la prevención. Es una tarea que no es el centro principal de las actividades de estas firmas, pero que cada vez cobra más importancia en la medida en que el hombre se ha decidido a acercarse a espacios naturales ocupados por los animales, pero también porque muchas especies han oscilado a la vida fácil, hacia la seducción de la antropización, en la que el hombre juega un papel importantísimo como proveedor básico de alimentos, sin saberlo.
Sea como sea, las empresas de eliminación de plagas, sus profesionales, siguen teniendo la última palabra, por encima de las teorías biológicas, sobre las consecuencias de la nueva geografía humana y de su colusión con la animal.

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